Martín Miguel Juan de la Mata de Güemes Montero Goyechea y la Corte nació el 8 de febrero de 1785 en la ciudad de Salta
Fue un militar argentino que cumplió una destacada actuación en la guerra de la Independencia y en las guerras civiles argentinas. Durante seis años ejerció la gobernación de la provincia de Salta y con muy escasos recursos libró una casi constante guerra defensiva, conocida como Guerra Gaucha, que mantuvo al resto del territorio argentino libre de invasiones españolas.
En 1805 fue enviado con su regimiento a Buenos Aires, ya que el Virrey Sobremonte temía un ataque inglés. Éste se produjo al año siguiente, iniciando las invasiones inglesas,
participando Güemes en la Reconquista de Buenos Aires. Al año siguiente
participó también de la Defensa de la ciudad y protagonizó una curiosa
hazaña: al ver que un barco inglés había encallado por una bajante
repentina del río, dirigió una carga de caballería y lo abordó. Fue una
de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue
capturado por una partida de caballería.
Después de la Revolución de Mayo de 1810 la Primera Junta envió la primera expedición auxiliadora al Alto Perú. Martín Miguel de Güemes, como integrante del Ejército del Norte, fue puesto al mando de un escuadrón gaucho en la Quebrada de Humahuaca y en los valles de Tarija, impidiendo la comunicación entre los contrarrevolucionarios y los españoles del Alto Perú. En la batalla de Suipacha, del 7 de noviembre de 1810, la participación del
capitán Güemes fue decisiva.
En la segunda expedició libertadora al Alto Perú responde a las órdenes de Manuel Belgrano.
Al conocerse en Buenos Aires el desastre patriota de la batalla de Ayohuma, Güemes fue ascendido a teniente coronel y enviado al norte, como jefe de las fuerzas de caballería de José de San Martín, nuevo comandante del Ejército del Norte. En esta Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú se hizo cargo de la vanguardia del ejército
Se presentó en Salta como el protector de los pobres y el más
decidido partidario de la revolución. Pero aun así, no logró nuevos
aportes de recursos de parte de los sectores adinerados. Contó con su
hermana María Magdalena "Machaca Güemes como una de sus principales colaboradores.
San Martín le encomendó el mando de la avanzada. De este modo iniciaba la Guerra Gaucha, ayudado por otros caudillos.
Ésta fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios, apenas cortos
tiroteos seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco
disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población podían
hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.
Toda la población participaba en la lucha: los hombres actuando como
guerreros, mientras que las mujeres, los niños y los ancianos lo hacían
como espías o mensajeros. Las emboscadas se repetían en las avanzadas de
las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de
aprovisionamiento. Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o a una
hacienda, los habitantes huían con todos los víveres, el ganado,
cualquier cosa que pudiese ser útil al enemigo. Esta clase de lucha
arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las
clases populares. Jamás obtuvo apoyo económico del gobierno del
Directorio y la ayuda que le prestó el Ejército del Norte fue muy
limitada
Güemes había conversado con San Martín sobre las ideas de atacar Perú
desde Chile. Pero San Martín necesitaba tener las espaldas cubiertas,
con fuerzas activas en la frontera norte de Salta, para mantener
ocupados los ejércitos realistas muy lejos de Lima. La persona más
indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo
nombró General en Jefe del Ejército de Observación. El salteño
estaba continuamente informado sobre los movimientos de San Martín en la
campaña del Pacífico
El cabildo de Salta, formado por las clases altas de la ciudad, cansadas
de pagar las contribuciones forzosas que exigía Güemes, aprovechando la
ausencia del caudillo, lo acusó de “tirano” y mandó perseguirlo.
El 6 de junio, Güemes fue herido por una bala. Siguió a caballo hasta una
hacienda a dos leguas de la ciudad. Pero su herida —como cualquier
herida profunda de un hemofílico— nunca cicatrizó.
Murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a los 36 años de edad.
1 comentario:
¡Cuàntos hèroes de nuestra historia! Gracias a ellos nuestra naciòn se agranda en cada hazaña. Muy lindo artìculo.
Publicar un comentario