Aedes aegypti, este mosquito, es un insecto que puede ser portador del virus del dengue y de la fiebre amarilla, así como de otras enfermedades, como la chikunguña y la fiebre de Zika
Suele
comportarse como un vector
biológico. Este insecto transporta y transmite un patógeno –virus-
a otro organismo vivo. Los vectores biológicos se estudian por ser
causas de enfermedades.
Algunos investigadores
afirman que “en una especie de coevolución varios virus se
adaptaron para reproducirse dentro de este mosquito”
- Fase 1–Huevo: La hembra coloca alrededor de 400 huevos en el agua, que pueden estar solos o flotando agrupados.
- Fase 2–Larva: Los huevos que anteriormente fueron depositados por la hembra se convierten en larvas y se desarrollan en un proceso que tarda alrededor de 2 días a 1 semana.
- Fase 3–Pupa: Esta fase anterior a la transformación en mosquito. La larva se transforma en pupa y se mantiene así por unos 7 días.
- Fase 4–Mosquito: En esta fase la pupa se abre y deja salir el mosquito totalmente desarrollado, en su estado adulto. Puede vivir de 1 a 2 meses.
Como
todos los insectos, el ciclo de vida del Aedes aegypti se
acelera entre los 25 y 27 grados centígrados, hasta que se muere por
arriba de los 40. Cuando la temperatura es de 20 grados su desarrollo
se ralentiza y se vuelve aún menos veloz a los 15.
Asimismo,
"los entornos con sombra, húmedos y con mucha vegetación
favorece tanto a los adultos como a los criaderos, porque no están
expuestos a la insolación directa que dificulta la supervivencia”,
En
Argentina abunda en las ciudades de climas templados a cálidos,
especialmente desde Buenos Aires hacia el norte
Los
géneros del Aedes aegypti se alimentan de néctar y de
jugos vegetales, “pero la hembra necesita una fuente extra de
energía para madurar sus huevos, y la obtiene a partir de la ingesta
de sangre”
Riesgo para la salud
El
Aedes aegypti se
considera un vector importante en la transmisión del dengue,
la fiebre
amarilla, la artritis
epidémica chikunguña y
la fiebre
del Zika. Según la OMS,
se estima que esta especie de mosquito causa 50 millones de
infecciones y 25 000 muertes por año.
En
los últimos días el gobierno de Panamá confirmó
la entrada al país de un nuevo virus transmitido por el mosquito
Aedes Aegypti. Se
trata del virus
denominado “mayaro”,
el cual produce una enfermedad aguda en los seres humanos con
síntomas muy similares al dengue.
Haciendo historia
Este
mosquito es
originario de Egipto, África, y se ha ido extendiendo a lo largo de
las regiones tropicales y subtropicales del mundo
Cómo
llegó
de África a América. El
mosquito llegó en barriles con agua durante la época del tráfico
de esclavos, que se realizó en barco durante el siglo XIX
“En esa agua venían las larvas y los huevos adheridos a los bordes de los toneles. Cuando las naves llegan a América, los mosquitos empiezan a reproducirse en los recipientes que hay sobre las costas”.
“En esa agua venían las larvas y los huevos adheridos a los bordes de los toneles. Cuando las naves llegan a América, los mosquitos empiezan a reproducirse en los recipientes que hay sobre las costas”.
El
vector fue descripto científicamente por primera vez en 1762, pero
su nombre definitivo, Aedes
aegypti,
se estableció en 1818.
Fiebre amarilla
Los primeros que se
conocen se produjeron en África y en los siglos XVI o XVII saltó a
América debido al tráfico
de esclavos.
Casi siempre afectaban a
zonas urbanas con alta densidad de población, debido al corto radio
de acción del mosquito
Las
epidemias de fiebre
amarilla
en Buenos
Aires
tuvieron lugar en los años 1852,
1858,
1870
y 1871.
Esta última fue un desastre que mató aproximadamente al 8% de los
porteños:
en una urbe donde normalmente el número de fallecimientos diarios no
llegaba a 20, hubo días en los que murieron más de 500 personas,
y se pudo contabilizar un total aproximado de 14 000 muertos
por esa causa, la mayoría inmigrantes italianos, españoles,
franceses y de otras partes de Europa.
En
numerosas ocasiones la enfermedad había llegado a la ciudad por
medio de los barcos que arribaban desde la costa del Brasil,
donde era endémica.
No obstante, la epidemia de 1871 se cree que habría provenido de
Asunción
del Paraguay,
portada por los soldados argentinos que regresaban de la Guerra
de la Triple Alianza;
ya que previamente se había propagado en la ciudad de Corrientes.
En su peor momento, la población porteña se redujo a menos de la
tercera parte, debido al éxodo de quienes abandonaron la ciudad para
intentar escapar del flagelo.
Algunas de las principales causas de la propagación de esta enfermedad, transmitida por el mosquito Aedes aegypti, fueron:
- la provisión insuficiente de agua potable;
- la contaminación de las napas de agua por los desechos humanos;
- el clima cálido y húmedo en el verano;
- el hacinamiento en que vivían, sin que se tomaran medidas sanitarias para ellos, las personas negras y, especialmente en 1871, los inmigrantes europeos humildes que ingresaban en forma incesante a la zona más sureña de la ciudad;
- los saladeros que contaminaban el Riachuelo —límite sur de la ciudad—, el relleno de terrenos bajos con residuos y los riachos —denominados «zanjones»— que recorrían la urbe infectados por lo que la población arrojaba en ellos.
La
plaga de 1871 hizo tomar conciencia a las autoridades de la urgente
necesidad de mejorar las condiciones de higiene de la ciudad, de
establecer una red de distribución de
agua potable y de construir cloacas y desagües.
Situada
sobre una llanura, la ciudad no tenía sistema de drenaje. Para el
resto de la población, la situación era muy precaria en lo
sanitario y existían muchos focos infecciosos, como por ejemplo los
conventillos,
generalmente habitados por inmigrantes pobres venidos de Europa o
afroargentinos,
que se hacinaban en su interior y carecían de las normas de higiene
más elementales.
Otro
foco infeccioso era el Riachuelo
—límite sur de la ciudad— convertido en sumidero de aguas
servidas y de desperdicios arrojados por los saladeros
y mataderos
situados en sus costas.
Dado
que se carecía de un sistema de cloacas,
los desechos humanos acababan en los pozos
negros,
que contaminaban las napas de agua y en consecuencia los pozos, que
constituían una de las dos principales fuentes del vital elemento
para la mayoría de la población.
La
otra fuente era el Río de La Plata, de donde el agua se extraía
cerca de la ribera contaminada y se distribuía por medio de carros
aguateros,
sin ningún saneamiento previo.
Por
añadidura, los residuos de todo tipo se utilizaban para nivelar
terrenos y calles. Éstas eran muy angostas, no existían avenidas y
las plazas eran pocas, casi desprovistas de vegetación.
La
ciudad crecía vertiginosamente debido principalmente a la gran
inmigración extranjera: para esa época vivían tantos argentinos
como extranjeros, y estos últimos sobrepasarían a los criollos
pocos años más tarde. El primer
censo argentino
de 1869
registró en la Ciudad de Buenos Aires 177 787 habitantes, de
los cuales 88 126 (49,6 %) eran extranjeros; de estos
44 233 —la mitad de los extranjeros— eran italianos y 14 609
españoles. Además de los conventillos mencionados, sobre 19 000
viviendas urbanas, 2 300 eran de madera o barro y paja.
Estalla
la epidemia
Frente
a ella, en Buenos Aires apenas tenía 160 médicos, menos de uno
por cada 1000 habitantes.
Las
instituciones públicas no estaban preparadas para hacer frente a las
consecuencias de las deplorables condiciones higiénicas en que se
encontraba la ciudad.
El
Hospital General de Hombres, el Hospital
General de Mujeres,
el Hospital
Italiano
y la Casa
de Niños Expósitos
no dieron abasto con la cantidad de pacientes. Se crearon entonces
otros centros de emergencia, como el Lazareto de San Roque —actual
Hospital
Ramos Mejía—
y se alquilaron otros privados.
El
puerto fue puesto en cuarentena
y las provincias limítrofes impidieron el ingreso de personas y
mercaderías procedentes de Buenos Aires. Los alquileres aumentaron
fuertemente en los alrededores de la ciudad.
Se forma la Comisión Popular
La
comisión tuvo como tarea la expulsión de aquellas personas que
vivían en lugares afectados por la plaga, y en algunos casos, se
quemaban sus pertenencias. La situación era aún más trágica
cuando los desalojados eran inmigrantes humildes o que aún no
hablaban bien el español, por lo que no entendían la razón de
tales medidas.
Los italianos, que eran mayoría entre los extranjeros, fueron en parte injustamente acusados por el resto de la población de haber traído la plaga desde Europa. Unos 5000 de ellos realizaron pedidos al consulado de Italia para retornar a su país, pero habían muy pocos cupos; además, muchos de los que lograron embarcar, murieron en altamar.
Los italianos, que eran mayoría entre los extranjeros, fueron en parte injustamente acusados por el resto de la población de haber traído la plaga desde Europa. Unos 5000 de ellos realizaron pedidos al consulado de Italia para retornar a su país, pero habían muy pocos cupos; además, muchos de los que lograron embarcar, murieron en altamar.
En
cuanto a la población negra, el vivir en condiciones miserables los
transformó en uno de los grupos poblacionales con mayor tasa de
contagio. Según crónicas de la época, el ejército cercó las
zonas donde residían y no les permitió emigrar hacia el Barrio
Norte,
donde la población blanca se estableció y escapó de la calamidad.
Murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.
De
modo que, aparte de expulsar a los habitantes de los conventillos,
tarea de la que se encargaba la Comisión Popular, los médicos sólo
podían actuar sobre los síntomas.
La
enfermedad presenta una forma leve:
el paciente tenía repentinos dolores de cabeza con escalofríos y
decaimiento general. Luego seguía el calor y el sudor, la lengua se
ponía blanca y había carencia de sueño. El pulso se aceleraba y
aparecían dolores en el estómago, los riñones, muslos,
extremidades o sobre los ojos. La sed se intensificaba y el paciente
se debilitaba enormemente, sus miembros se agitaban fuertemente. A
veces existían vómitos biliosos de color amarillo, o solo náuseas.
En este punto la enfermedad a veces podía ser vencida naturalmente y
el paciente se hallaba mejor al día siguiente con tan solo dolores
de cabeza y debilidad en el cuerpo, y al poco tiempo se recuperaba.
Pero
si los síntomas y signos se agravaban, se llegaba entonces a la
forma grave de la enfermedad:
la piel del paciente tomaba color amarillo, los vómitos se volvían
sanguinolentos y finalmente negros. Las deyecciones también eran
negras y el enfermo experimentaba opresión en el pecho y dolores en
la boca del estómago. La orina disminuía hasta suprimirse
completamente. Se producían hemorragias en las encías, lengua,
nariz y ano. El paciente carecía de sed y a veces tenía hipo, su
pulso se debilitaba. Llegaba entonces el delirio, seguido de la
muerte.
Se
le daba importancia a la desinfección con el gas cloro, a limpiar
los cuartos con agua de cal. Otras medidas preventivas eran mantener
aseadas las calles y la casa, ventilar las habitaciones, preparar los
recipientes para recibir las deyecciones de los enfermos con líquido
desinfectante, alejarse de los lugares húmedos y bajos, tomar
alimentos en cantidad conveniente
En
la Memoria
presentada a la Municipalidad
en la Comisión
de Salubridad de la Parroquia del Socorro 1871-1872,
se describe en detalle la situación de los conventillos en cuanto a
la mugre y su estado de abandono y desidia:
«(...)
la comisión multiplicó las visitas domiciliarias, y fijó toda su
atención en los Conventillos, y casas de inquilinato. En los últimos
días del mes de Marzo, hizo sacar de una de éstas, montones
inmensos de basura, perros muertos, estiércol en descomposición, y
una crecidísima cantidad de huevos podridos
Como
hubiera sido inhumano y cruel arrojar a sus habitantes a la calle, la
Comisión les decía que por el tren del Ferro-Carril del Oeste se
les facilitaría pasaje gratis para que salieran a la campaña en
donde hallarían casa. Si esto no les cuadraba, habían ya viviendas
improvisadas bajo los Sauces de la Ribera. Sin embargo, los asilados
en los conventillos no entendían absolutamente nada, y seguían
obstinados en aquellos mortíferos alojamientos.
;
en los conventillos se encuentran cadáveres comidos por los ratones,
otros alumbrados en el suelo, muchachos saltando por encima de
enfermos espirando; la mayor parte hacinados en un mismo cuarto,
también nos ocultan los cadáveres para tener tiempo de sustraer sus
camas, hay quienes abandonan sus deudos en el último trance de su
vida, sin querer prestarse a encajonarlos, (...)
La
ciudad contaba solamente 40 coches fúnebres, de modo que los ataúdes
se apilaban en las esquinas a la espera de que coches con recorrido
fijo los transportasen. Debido a la gran demanda, se sumaron los
coches de plaza, que cobraban tarifas excesivas. El mismo problema
con los precios se dio con los medicamentos, que en verdad poco
servían para aliviar los síntomas. Como eran cada vez más los
muertos, y entre ellos se contaban los carpinteros, dejaron de
fabricarse los ataúdes de madera para comenzar a envolverse los
cadáveres en trapos. Por otra parte, los carros de basura se
incorporaron al servicio fúnebre y se inauguraron fosas colectivas.
Los
números:
Los
primeros casos se dan en enero de 1871 y la epidemia se extiende
hasta junio. Siendo el mes de abril es más trágico
Abril 1871 | Muertes por Fiebre amarilla | Por otras enfermedades |
Nro muertos argentinos | 1762 | 258 |
Nro muertos italianos | 3365 | 108 |
Nro muertos españoles | 935 | 24 |
Nro muertos franceses | 879 | 24 |
Nro muertos ingleses | 95 | 8 |
Nro muertos nacional varias | 499 | 49 |
totales | 7535 | 471 |
El
año 1871 terminó con más de 20 000 muertos en la ciudad
por fiebre amarilla, contra los 5886 del año anterior, y los 5982
del año 1869.
La
mayor parte de las víctimas vivían en los barrios de San
Telmo
y Monserrat
(el centro de Buenos Aires) y en los barrios situados en proximidades
del Riachuelo, bajos y húmedos, aptos para la proliferación de
mosquitos.
Del total de muertos, 10 217 —un 75 % del total— fueron
inmigrantes, especialmente italianos.
Mejoras sanitarias en Buenos Aires
A
partir de la epidemia, las autoridades y la población de la ciudad
tomaron conciencia de la urgencia de establecer una solución
integral al problema de la obtención y distribución de agua
potable.
El
ingeniero inglés Trobe Bateman dirigió —a partir de 1874— la
construcción de la red de aguas corrientes, que hacia 1880 proveyó
de agua a la cuarta parte de la ciudad. En 1873 se inició la
construcción de obras cloacales. En 1875 se centralizó la
recolección de residuos al crear vaciaderos específicos para
depositarlos, ya que hasta entonces usualmente la gente los arrojaba
en las zanjas y riachos. Todas estas medidas ayudaron a revertir el
estado insalubre de la ciudad, que había sido uno de los motivos de
la expansión de la enfermedad, principalmente en los inquilinatos.
En
algunas zonas se pavimentaron cuadras y se realizaron veredas
En
cuanto a los saladeros de carne, localizados todos sobre la margen
derecha del Riachuelo, se convirtieron en el chivo expiatorio de las
muertes por el vómito negro: una ley sancionada el 6 de septiembre
de 1871 prohibió sus actividades en la ciudad, prohibición que se
extendió a las graserías.
Al
año siguiente el médico Eduardo Wilde fue comisionado a Montevideo
para firmar un convenio sanitario con el Uruguay, Brasil y Paraguay
destinado a prevenir la difusión de enfermedades por vía marítima
o fluvial.
Monumento a las víctimas de la fiebre amarilla
Parque Ameghino
1 comentario:
Cuanta info!!! Slds, Matilde ( distrito 7 )
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